El Nuevo Herald 17/04/2017
Foto: El Nuevo Herald
En Ecuador –afirma el gobierno– las elecciones del 2 de abril las ganó la “revolución ciudadana” y la perdieron los “pelucones”. “Revolución ciudadana” es la forma local de llamarle a la voluntad omnímoda de Rafael Correa. Allí se hace lo que a este señor le da la gana. “Pelucones” son todos los que se oponen a ella. Lo que en Venezuela denominan “escuálidos” y en Cuba “gusanos”.
Pero no sucedió así. Según todos los síntomas, en Ecuador ganó la oposición. Sencillamente, hubo fraude. La trampa estuvo precedida por el prefraude y ahora estamos en la fase del posfraude.
Me explico.
El prefraude es la etapa en la que se crea el clima ideal para consumar el engaño. Se cambia o adapta la legislación, se controlan los órganos electorales, y se introducen métodos electrónicos fácilmente manipulables.
Simultáneamente, se silencian los medios de comunicación independientes, y el dictador, disfrazado de presidente democrático, coopta los poderes legislativo y judicial para acogotar a cualquiera que ose criticarlo. Primero fragua una legislación ambigua, perfecta para iniciar las persecuciones, y luego suelta a los fiscales del Estado, como los cazadores liberan a sus perros de caza, para que acosen y atrapen a quienes se atreven a denunciar la falta de libertades. Algunos de los opositores van a parar a la cárcel o al exilio.
Naturalmente, se crea una atmosfera de terror. La mayor parte de las sociedades sometidas a esta violencia propenden a guardar silencio y a la obediencia dócil. Sólo protestan a pecho descubierto los más audaces y comprometidos. Los que mejor entienden cuanto sucede.
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