Caso Chevron
Peter Foster: El triunfo de Chevron en Ontario
Financial Post 02/05/2013
La Corte Superior de Ontario esta semana rechazó un intento de cobro de una monumental @@sentencia@@ por 18.000 millones de dólares emitida en contra de la compañía petrolera Chevron por una corrupta corte ecuatoriana. La decisión en realidad no se pronunció sobre el caso original, el que puede ser considerado como el fraude más grande del mundo auspiciado por un estado. Sin embargo, resaltó que no existen argumentos para juzgar el caso aquí [Canadá] y no a una hora de camino, en los Estados Unidos, como acertadamente anotara el juez David Brown.
Este juez sentenció que la extensión y complejidad del caso amenazaban con consumir muchísimo tiempo de la corte, especialmente porque Chevron habría prometido luchar “hasta que el infierno se congele y luego continuar luchando sobre el mismo hielo”. Socarronamente agregó que “aunque Ontario disfruta de una gran cantidad de hielo durante gran parte del año, este no es el lugar para librar esta batalla”, ya que Chevron no tiene ningún activo allí.
Chevron Canadá es una subsidiaria de séptimo nivel y no existe justificación alguna para “levantar el velo corporativo” de la compañía, sentenció el juez Brown. Hay quienes podrían interpretar este hecho como una confirmación de que las corporaciones recurren a elaborados esquemas para lograr inmunidad ante las leyes; de hecho, esto confirma que efectivamente se ven forzadas a utilizar tales arreglos para defenderse de las aves de rapiña en equívocos procesos legales.
Insisto, indudablemente habrá quienes interpreten la expresión “hasta que el infierno se congele” como una muy censurable utilización del poder corporativo para intimidar a sus adversarios. Sin embargo, considero que es una admirable y relativamente inusual decisión de una corporación de luchar en lugar de pagar a sus perseguidores, sobre la base de un amoral análisis costo-beneficio, un cálculo en el que a menudo se basan estas aves de rapiña.
Este caso se basa en las acusaciones de que Texaco, una compañía que fuera adquirida por Chevron, habría causado severos daños ambientales durante sus actividades de exploración y producción petrolera en el Ecuador, en donde operó hasta 1992. De hecho Texaco eventualmente pagó por un proceso de limpieza que fuera aprobado por las autoridades ecuatorianas. Sin embargo, un grupo de activistas ambientales liderados por el abogado neoyorquino Steve Donziger imaginaron su oportunidad dorada y procedieron a demandar a Chevron a nombre de 30.000 “afectados” o supuestas “víctimas” de lo que se ha dado en llamar “el más grande desastre ambiental ocasionado por el petróleo en el mundo”, un auténtico Chernóbil Amazónico.
Este cuento de ciencia ficción inició cuando el Sr. Donziger convenció a un productor de cine neoyorquino que trabajara en un documental sobre el caso. La verdadera diversión empezó cuando Chevron logró obtener las escenas no utilizadas del documental “Crudo” en el que el imprudentemente vanidoso Sr. Donziger aparece afirmando que el temor de los jueces ecuatorianos de ser asesinados podría resultar muy útil para su caso. Estas escenas igualmente revelaron que el informe sobre daños ordenado por la corte también había sido redactado por los demandantes.
¿Qué motivó a los demandantes a proseguir con su caso en otras jurisdicciones fuera de los Estados Unidos? La respuesta radica en el hecho de que sus acusaciones ya han sido declaradas como fraudulentas por las cortes estadounidenses y que Chevron ha entablado una demanda por asociación ilícita y extorsión en contra del Sr. Donziger y compañía, cuyo juicio está previsto para octubre en Manhattan.
Cuando Alan Lenczner, el abogado canadiense de los demandantes anunció que perseguía cobrar la @@sentencia@@ en Canadá, con mucha arrogancia asumió el papel de moralizador opuesto a la “degradación de la selva tropical”. Su colega Graham Erion, fustigaba la “contaminación masiva” y afirmaba que Chevron (compañía que nunca operó en el país andino) había “diezmado” 2.400 kilómetros cuadrados de “selva virgen”. Sin embargo, este discurso moralista se ha venido abajo ya que Stratus, la firma consultora estadounidense que trabajó para los demandantes, se ha retractado y arrepentido de su trabajo. La firma no solo ha admitido haber ayudado a redactar la @@sentencia@@ de la corte ecuatoriana, sino que ha confesado que los reclamos por los impactos ambientales y en salud carecen de fundamento. Todas las terroríficas acusaciones sobre la contaminación del agua y elevados niveles de cáncer en la región resultaron ser falsos. Cabe además acotar que Petroecuador, la compañía estatal petrolera ecuatoriana, famosa por causar derrames petroleros, ha operado en el área en disputa por más de veinte años desde la salida de Texaco; por lo tanto cualquier impacto en salud debería ser adjudicado a esta empresa.
El caso de los demandantes también ha sido rebatido por un ex juez ecuatoriano que en el mes de enero se presentó para admitir su papel en la orquestación de la fraudulenta demanda. Otro de los consultores ambientales de los demandantes admitió que la evidencia había sido falsificada desde el inicio del caso. Como si esto fuera poco, Burford Capital, un fondo de inversión de riesgo que financió el caso, acusó a los abogados estadounidenses y ecuatorianos de fraude y conducta ilícita.
No obstante, el Sr. Lenczner ha afirmado que apelará la decisión del juez en Ontario. Cuando llevó el caso a Canadá Lenczner aseguró, quizás sarcásticamente, que en vista de que los activos de Chevron ascendían a 300.000 millones de dólares, desembolsar 18.000 millones no sería el fin del mundo. “Esto no va a paralizar la empresa”, afirmó. Entonces ¿por qué no dejar de pelear y pagar lo que piden para librarse de este fastidioso asunto? Cabe anotar que la escandalosa codicia de esta demanda es una de las razones por las que vale la pena librar la pelea. Mientras tanto, la decisión del juez Brown ha enviado un saludable mensaje para impedir que aquellos que se imaginan que el bueno y cumplidor de la ley sistema judicial de Canadá es terreno fértil para emprender sus eco-estafas.
Ecuador últimamente se ha convertido en una especie de central de estafas, no solo por el caso Chevron, sino también por el vergonzoso intento del gobierno del socialista-populista Rafael Correa, recientemente reelegido, por conseguir miles de millones de dólares de la “comunidad internacional” a cambio de no realizar actividades de explotación petrolera en la reserva ecológica del Yasuní. A pesar del fuerte apoyo de las Naciones Unidas (y de David Suzuki en particular), la comunidad internacional no ha caído en la trampa.
El hecho de que Chevron se haya atrevido a dar la pelea en contra de los intentos de extorsión es una buena noticia para la vigencia del estado de derecho, que cada vez se ve más amenazado en el Ecuador. Y ¿cuál es el plan del Sr. Correa para generar mayor crecimiento económico? Pues, seguir realizando más perforaciones petroleras.
Ésta es una traducción no oficial del artículo original. Para leer el original en inglés haga clic aquí.
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