El Pais 03/06/2016
Foto: El País
Ecuador ultima la explotación petrolera Yasuní-ITT en julio. Mientras, los habitantes de la región amazónica se dividen entre los que creen que su vida mejorará y los desencantados por el incumplimiento de los compromisos
Esta es la historia de Laureano y de Eleuterio, dos indígenas kichwas que viven en la ribera del río Napo, en la Amazonía ecuatoriana. Laureano está esperanzado. Puerto Miranda, la comunidad que preside, acaba de llegar a un acuerdo con la empresa petrolera estatal Petroamazonas. La compañía quiere sacar el crudo que yace bajo el suelo comunitario. A cambio, promete indemnizar a los habitantes con dinero y obras que mejoren su calidad de vida. Mientras, Eleuterio se siente decepcionado. Este leñador procedente de la comuna de San Vicente trabajó durante un año y medio para una empresa subcontratista de Petroamazonas. No le han pagado. La compañía ofreció traer electrificación y reparar la escuela de su comunidad, pero de momento no se ha cumplido nada. Laureano y Eleuterio son las dos caras de una misma moneda: las consecuencias de la explotación petrolera para las comunidades que habitan en las inmediaciones del Parque Nacional Yasuní (PNY), una de las regiones más biodiversas del mundo. Todo un dilema de difícil solución.
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