PanAm Post 13/04/2016
Foto: PanAm Post
Durante su discurso en la inauguración de la vía Pifo-El Colibrí, en Ecuador, el Presidente de la República dijo como crítica a los empresarios:
Se creen ejemplo. ‘Producimos el 90% del empleo nacional’. ¿Y se han empobrecido con aquello o fue por negocio? ¡Sí, fue por negocio; no hicieron ningún favor a nadie! ¡Tan solo lucraron! Así que se los agradecemos pero no son ejemplo de nada. ¡Ya basta de tanta prepotencia, de tanta arrogancia!”
Aunque escuchar eso de un Presidente parezca un chiste de mal gusto, es algo real y triste que se está viviendo en el Ecuador de hoy en día. Rafael Correa habla de que lucrarse es malo; de que generar riqueza es malo y que los empresarios deberían empobrecerse dando empleo. Eso es comunismo puro y duro.
En Ecuador, para eliminar la pobreza necesitamos generar cada vez más incentivos para que se cree más riqueza; no disminuirlos. La riqueza es que todos nosotros seamos capaces de satisfacer nuestras necesidades y eso se logra creando dichos incentivos para atraer inversión y ahorro en un ambiente de libre mercado.
Diría que el prepotente y arrogante es Correa, creyendo que él y otros burócratas encerrados en una oficina pueden manejar, controlar y direccionar las acciones y decisiones de 16 millones de ecuatorianos y, de paso, creen que eso es lo mejor para todos.
Una persona que busca luchar día a día para ganar dinero (lucrarse) por la razón que sea, tal como mantener a su familia, asegurarle un futuro a sus hijos o asegurarse un mejor futuro para sí mismo, no está mal. De hecho, necesitamos más de esta clase de personas que no le temen al dinero, sino que al contrario, siempre quieren tener más para seguir saliendo adelante. Eso es alguien con mentalidad de rico.
Debemos rechazar a esos políticos mercantilistas y socialistas que hablan de proteger y darles privilegios a ciertas empresas a costa de todos nosotros.
Sin embargo,también se puede ser rico con mentalidad de pobre. El mejor ejemplo es el presidente Correa, quien a pesar de haberse comprado dos aviones; y celebrar reuniones y fiestas cada semana en el Palacio de Carondelet, aún parece que siente repulsión por el dinero. Es como la típica historia de unos hijos cuyo padre tenía mucho dinero, que sintieron que no tenían necesidad de producir más dinero y, por lo tanto, no se esfuerzan y usualmente terminan quebrando los negocios de su padre.
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