El País 08/01/2016
Foto: El País
Las ciudades más grandes de la amazonía ecuatoriana, Nueva Loja y Francisco de Orellana, con 100.000 y 40.000 habitantes, respectivamente, están al borde la quiebra tras el parón de las operaciones petroleras que no han podido esperar que la petrolera ecuatoriana Petroamazonas cumpla con sus compromisos, debido a la crisis internacional. La deuda que la empresa estatal mantiene con sus proveedores está en torno a los 1.400 millones de dólares. Esto incide en la economía de las ciudades amazónicas, que no son otra cosa que los caseríos agrandados que en los años sesenta y setenta estaban cercanos a los pozos petroleros y que desde el principio se dedicaron a ofrecer los servicios que demandaba la explotación petrolera. Sin el flujo acostumbrado de petrodólares, los comercios han dejado de vender, los hoteles tienen una ocupación mínima, los vehículos de carga pesada están aparcados…
Los representantes de los sectores productivos de Nueva Loja y Francisco de Orellana han formado comités de crisis, pero la única solución que ven es que el Estado pague sus deudas para que ellos puedan ponerse al día con sus obligaciones y quizás reorientar sus inversiones y esfuerzos al turismo. Los turistas que llegan al oriente ecuatoriano apenas pisan las ciudades del petróleo, pues contratan los paquetes turísticos en Quito o Guayaquil y van directo a los lodges en las riberas de los ríos amazónicos.
Los hoteles en estos primeros días de enero amanecen prácticamente vacíos. El Hotel Río Napo en Orellana apenas tuvo esta semana cinco huéspedes. “He tenido que despedir prácticamente a todo el personal, me quedé con una persona para limpiar las pocas habitaciones que se ocupan y he puesto a mi esposa en la recepción durante el día”, cuenta Carlos Zavala, dueño del hotel y representante del comité de crisis en su ciudad. “Esta ciudad está quebrada, no se ha sabido sembrar el petróleo”, explica.
Hay hoteleros más golpeados por el bajón económico, como Wilson Barrionuevo, dueño de un hotel en Orellana, que se endeudó hace un año en medio millón de dólares para construir un edificio con 30 habitaciones más para satisfacer la demanda de las empresas petroleras. “Tuve una petición de las petroleras porque no había suficientes habitaciones en la ciudad; una compañía me pidió 60 habitaciones y otra 40”, cuenta el hotelero, y asegura que una de las empresas le hizo la solicitud por escrito. “La intención era construir una torre de 10 pisos, con 10 habitaciones por cada piso. Lamentablemente, aunque ahora digo por suerte, la Aviación Civil me puso impedimento por la proximidad del aeropuerto y me dejó llegar a planta baja y tres pisos, y el préstamo que iba a ser de un millón de dólares quedó en la mitad”.
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