El País 25/04/2018
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La crisis de la frontera sur de Colombia o la norte Ecuador deja un saldo complejo. Por los lados del Ecuador dos periodistas y un conductor del diario El Comercio fueron asesinados y aún no se han rescatado sus cuerpos. Además, días después, dos comerciantes fueron secuestrados. Hechos que se suman a un lista de otras siete acciones armadas por parte de grupos criminales en territorio ecuatoriano. Por los lados de Colombia, lo que se vive en la zona de frontera es una verdadera guerra civil. Un reacomodamiento criminal, cuyo balance es que de 242 municipios donde antes operaban las FARC, hay un grupo de 76 municipalidades con problemas serios de seguridad, derivado de un copamiento criminal por parte de organizaciones ilegales. Once de esos 76 municipios se ubican muy cerca o en la frontera entre Colombia y Ecuador.
Lo que ha venido luego de la crisis de seguridad es una seguidilla de errores por parte de ambos Gobiernos. Por un lado, Lenín Moreno optó por tres estrategias. En primer lugar, militarizó la frontera, envío tanquetas, carros militares y sobre-vuelos. Algo paradójico, pues las tanquetas no sirven para esa zona, no se pueden hacer con ellas operaciones en profundidad y hubo una nula coordinación con las Fuerzas Militares colombianas. La segunda línea estratégica fue abrir un canal de comunicación con el Frente Oliver Sinisterra, que fue el responsable de los secuestros. La idea era generar una negociación para la liberación de las personas sin recurrir a operaciones militares. Es decir, la militarización de la frontera no significó operativos a profundidad, sino más bien una presión psicológica.
Tal vez este fue el principal error del presidente Moreno, quien decidió que un Estado como el Ecuador entablaba un diálogo directo con una organización criminal, es decir, se le dio una interlocución valida y oficial a un grupo de narcotraficantes. Como era lógico, una vez se sabe de la muerte de los periodistas y el conductor, el Frente Oliver Sinisterra comienza su estrategia de chantaje y secuestra otros dos ciudadanos ecuatorianos: con ello, pretende mantener el canal de comunicación abierto y el Estado ecuatoriano termina preso de una organización criminal de 80 personas.
La tercera estrategia se conoce días después de comenzar la crisis y es que reaccionando en caliente, el presidente Moreno decide no alojar más en su territorio los diálogos de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla del ELN, al menos mientras esta guerrilla no cese las acciones armadas. Además, da por terminado el papel de garante del Ecuador en la negociación. A este respecto caben varias consideraciones. Por ejemplo, el ELN y el Gobierno colombiano estaban muy cerca de firmar un cese al fuego bilateral, lo cual detendría las acciones del ELN en toda Colombia. Se calculaba que estaban a una o dos semanas de cerrar un acuerdo: es decir, el Gobierno del Ecuador decide terminar su papel en los diálogos por algo que estaba a unos días de lograrse. Además, el ELN no tenía nada que ver con los secuestros en la frontera, y si bien hacen presencia en algunos municipios del departamento de Nariño en Colombia, no habían hecho ninguna acción armada en territorio ecuatoriano. Por último, Ecuador pudo haber aprovechado su papel en los diálogos para presionar a Colombia en temas de coordinación militar en la frontera, para mejorar su papel a nivel internacional e incluso para atraer la solidaridad internacional, pero de un momento a otro lo echa todo a la caneca de la basura.
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