The Federalist 10/10/2014
Foto: Galeria del Ministerio de Defensa de Perú
Cuando América Latina, el año pasado, perdió al presidente Hugo Chávez, el presidente ecuatoriano Rafael Correa apareció para llenar este vacío como el padrino del socialismo. No obstante, el Ecuador y su gente han tenido que pagar un alto precio por las aspiraciones de Correa.
Mientras Chávez de manera ostentosa repartía los fondos de sus arcas del tesoro repletas de petrodólares para promocionar un socialismo autoritario en la región, el Ecuador tiene apenas un cuarto del producto interno bruto de Venezuela y sus reservas probadas de petróleo solo alcanzan un 3% de lo que Chávez podía sacar. Sin semejantes ingentes recursos nacionales ¿cómo puede el Ecuador igualar al tirano venezolano?
La respuesta es un chantaje, exactamente lo que el sistema legal ecuatoriano ha hecho contra Chevron.
Durante su campaña y su presidencia, Correa ha defendido furiosamente a los abogados que presentaron una demanda en contra de Chevron Corp. Los dudosos “indígenas” a quienes alegan representar afirmaron que Texaco, comprada por Chevron en 2000, había abierto cientos de piscinas de desechos tóxicos y, de manera ilegal, habían vertido miles de millones de galones de contaminantes hasta 1992. Desde entonces, la compañía estatal petrolera ecuatoriana Petroecuador ha continuado sus operaciones de perforación en la región, inclusive ha perforado nuevos pozos y tiene uno de los peores récords ambientales en América Latina.
Los primeros informes sostenían que Chevron podría enfrentar una sentencia por $100.000 millones, tres veces el presupuesto nacional del Ecuador. En febrero de 2011, una corte de primera instancia sentenció que Chevron debía pagar $19.000 millones. Luego de una apelación, la Corte Suprema del país redujo la multa a $9.500 millones.
Ante Correa, Chevron aparecía como un blanco fácil; una rica compañía petrolera de los Estados Unidos que desde el 2012 fue descrita por Forbes como una empresa que tenía “$21.500 millones en efectivo que le quemaban en los bolsillos”. Un matón aspirante a socialista no podía haber soñado en un objetivo mejor que este. El acoso y ataques públicos a una grande y malvada compañía estadounidense ciertamente le ganarían a Correa “crédito popular” entre sus amigos socialistas, mientras lograba meter millones en sus arcas.
El gobierno de Correa hasta llegó a reclutar a la socialista estrella de cine Mía Farrow y pagó a su agencia de talentos $188.000 para que les ayude en su pelea.
Chevron contraataca
Sin embargo, hasta ahora las cosas no han salido como Correa había planeado. Chevron no se acobardó ni llegó a un acuerdo tranquilo y silencioso. En su lugar contraatacó y enfiló en contra de la falsa sentencia. En el 2011 Chevron demandó a los abogados de los demandantes ante una corte federal de los Estados Unidos, utilizando las mismas leyes contra la asociación ilícita y chantaje que el Departamento de Justicia con frecuencia cita cuando persigue a los grupos mafiosos, y se podría decir que las acusaciones de Chevron van por allí.
A Nicolás Zambrano, el exjuez que emitió la sentencia por $19.000 millones se le prometieron un pago de $500.000 por el veredicto
Chevron contraatacó atacando a su vez al abogado neoyorquino de los demandantes Steven Donziger y a sus dudosos clientes ecuatorianos. Además incluyó en la demanda al Frente de Defensa de la Amazonía, a Selva Viva y a Stratus Consulting, una firma consultora de Boulder, Colorado contratada por los abogados de los demandantes.
Chevron demostró que el equipo legal de los demandantes ecuatorianos “secretamente redactó el informe de daños que luego fuera presentado como preparado por un perito supuestamente independiente nombrado por la corte”. La compañía también sostuvo que el esquema montado equivalía a una asociación ilícita para extorsionar “utilizando una demanda pendiente en Lago Agrio Ecuador, dirigida y financiada por abogados litigantes de los Estados Unidos y sus aliados”.
A inicios del segundo semestre de este año, Chevron obtuvo una decisiva victoria. El juez Lewis Kaplan, nombrado por el Presidente Clinton y más conocido por presidir los juicios en contra de la familia Gambino, emitió un veredicto clave. Afirmó que la sentencia ecuatoriana por $9.500 millones emitida por la Corte Suprema del Ecuador en contra de Chevron, no podía ser citada en casos en los Estados Unidos. Kaplan dijo “la justicia no se hace infligiéndola”; sostuvo además que la sentencia ecuatoriana “fue obtenida a través de medios corruptos”.
Hasta aquí, un final feliz
De hecho, fue revelado que a Nicolás Zambrano, el exjuez que emitió la sentencia por $19.000 millones (quien usó una gorra de los Angry Birds durante el juicio en Manhattan) se le prometieron un pago de $500.000 por el veredicto.
El daño colateral de esta disputa alcanzó a Patton Boggs, una firma legal a la vanguardia en litigios y cabildeo por más de medio siglo. Randy Mastro, un antiguo fiscal que luchaba contra las organizaciones mafiosas quien representó a Chevron, explicó que lo que realmente estaba detrás del fraude y la extorsión en este caso era pura codicia. Afirmó, “Una firma que podría obtener un honorario por resultados de $18.200 millones, podría estar dispuesta a hacer un montón de cosas que conmocionarían la conciencia”.
También conmocionaron a la corte. Patton Boggs acordó retirarse del caso ecuatoriano, pagar $15 millones de su participación en el caso a Chevron y presentar una disculpa pública. Pero sus penas no terminan allí. La empresa perdió a dos de sus socios (dos quintos del total de abogados) y fue absorbida por la firma Squire Sanders de Cleveland.
Mientras tanto, las otras venganzas de Correa han empezado a erosionar su reputación. La Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos criticó a su administración por haber presentado una demanda corrupta en contra del periódico de oposición El Universo. Aunque tal demanda fue más tarde retirada, Correa no admitió culpa alguna y afirmó “habrá perdón pero no olvido”.
Los gánsteres con frecuencia muestran una fachada populista para ocultar su brutal ambición por el poder. Sus métodos difieren, pero finalmente, siempre adoptan las tácticas del típico acosador colegial. El arma escogida por Correa, ya sea para tratar de hostigar a Chevron o a su propia prensa libre, son las demandas llenas de mentiras.
Por suerte, hasta ahora, el mundo ha podido ver a través de los chanchullos de Correa.
Jason Stverak es el presidente del Franklin Center for Government and Public Integrity (Centro Franklin para la integridad gubernamental y pública).
Esta es una traducción no oficial realizada por Chevron. El artículo original en inglés puede ser visto aquí.
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