El País 18/03/2019
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El color verdeflex que representaba a Rafael Correa y a su partido Alianza PAIS, alineado con el socialismo del siglo XXI, se ha ido difuminando en casi dos años entre pequeños gestos y grandes borrones del Gobierno de Lenín Moreno. El último, con la salida de Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), completa un vuelco en política exterior que se veía venir tras meses de distanciamiento de Venezuela y acercamientos a Estados Unidos. Ecuador ha aplicado una enmienda a la totalidad tanto en diplomacia como en el modelo económico. También en los símbolos.
Sin diplomacias ni medias tintas, los discursos del presidente se han ido cargando de palabras densas para su predecesor, para el régimen de Nicolás Maduro y para prácticamente todo lo que esté ligado a la corriente de izquierdas que imperó en América Latina en la última década. El socialismo del siglo XXI pasó con Moreno de ser el programa ideológico con el que ganó las elecciones en mayo de 2017 a un modelo “perverso” y “corrupto”, como ha repetido en sus comunicados la presidencia de Ecuador. Lo único que aún persiste de aquellos dogmas es la promesa a las clases populares de que todo lo que se decide tiene la prioridad de protegerlas.
Cuando gobernaba Rafael Correa, Estados Unidos era el peor enemigo y el FMI, un prestamista usurero. “Por ser malos alumnos del FMI, nos va bien en Ecuador”, llegó a decir el exmandatario. Para él, además, Venezuela, Hugo Chávez y Nicolás Maduro eran un ejemplo a seguir en cuanto a liderazgo, autoridad y políticas populistas. Como socio regional era preferible tener a la Comunidad Andina, al Alba (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) y a la Unasur. Ni oír hablar de la Alianza del Pacífico. “Yo entraré a la Alianza del Pacífico (integrada por Chile, Perú, Colombia y México) cuando Alaska y Siberia tengan también un tratado porque están cerquita los dos”, dijo con ironía en su momento.
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