The New York Times 22/09/2014
“Soy el blanco de lo que probablemente sea la campaña de venganza corporativa mejor financiada en la historia de los Estados Unidos”, me dijo Steven Donziger el lunes por la tarde en un correo electrónico.
Donziger, de 53 años, es el tipo de abogado sobre el que se hacen películas. Alto, guapo y carismático, ha dedicado gran parte de su carrera de abogado a un solo caso: hacer que Chevron limpie el desastre ambiental que él dice fue ocasionado por el predecesor de la empresa en la selva tropical del Ecuador. Sus clientes son ecuatorianos pobres que supuestamente han estado viviendo afectados por la degradación de sus tierras desde que Texaco llegó al país a inicios de los 90. (En 2001 Chevron compró Texaco y asumió sus pasivos legales). Ha trabajado de manera incansable en el caso por más de veinte años, para finalmente obtener una sentencia por 19.000 millones de dólares, emitida por una corte ecuatoriana en contra de la compañía. Aunque una corte superior más tarde bajó el monto de la sentencia a la mitad, parecería ser que sigue siendo una fantástica victoria de David contra Goliat.
No obstante, hay otra narrativa más obscura sobre Donziger, recientemente contada por Paul Barrett, un redactor de Bloomberg Businessweek cuyo libro sobre el caso Chevron en el Ecuador, “Law of the Jungle” (La Ley de la Selva), se publicará esta semana. Según Barrett, puede ser que Donziger haya iniciado su cruzada con la mejor de las intenciones, pero en algún momento se desvió. Para obtener la sentencia que quería de las cortes ecuatorianas, Donziger supuestamente cometió múltiples fraudes. Entre estos se incluye la redacción clandestina de un informe pericial decisivo presentado ante la corte, escrito secretamente por miembros de su equipo; dicho informe debió ser preparado por un perito independiente. Donziger ha respondido acusando a Barrett de que trabaja de la mano con Chevron, siendo parte de la “campaña de retaliación”.
Conozco un poco a Donziger y siempre me ha parecido agradable. Pero debo decir que lo que cuenta Barrett es mucho más convincente que lo que dice Donziger. Sin duda alguna, Chevron está tras él, pero es el mismo Donziger el que les ha provisto de municiones.
Una de las razones por las que considero que lo que dice Barrett es creíble, es que él empezó su reportaje con un tema de portada de Bloomberg Businessweek publicado en 2011 que era decididamente pro-Donziger. Sin embargo, una vez que obtuvo el contrato para escribir su libro y empezó a profundizar en el caso, comenzó a tener dudas sobre Donziger y el equipo de los demandantes. ¿Cómo podían los demandantes estar seguros de que Chevron era culpable, cuando la compañía estatal petrolera había continuado con las operaciones de extracción petrolera en la selva tropical por muchos años luego de la salida de Texaco? ¿En dónde están los estudios de epidemiología que conectan a los desechos petroleros con las enfermedades? ¿Y qué decir sobre la redacción clandestina del informe pericial y las comunicaciones ex parte con los jueces? ¿Qué hay de un supuesto intento de soborno a un juez para que sentencie en favor de los demandantes?
Barrett no es el único que ahora opina que Donziger es un abogado deshonesto dispuesto a hacer cualquier cosa para ganar. Roger Parloff, redactor de temas legales para la revista Fortune y que ha cubierto el caso durante muchos años, también opina lo mismo. Se puede decir lo mismo del muy respetado abogado de derechos humanos y profesor de leyes de Notre Dame, Doug Cassel.
Ante cada crítica, Donziger y sus aliados han respondido de la misma manera: Todo crítico ha sido corrompido por el malvado Chevron. Sin embargo, hay uno al que no es muy fácil ignorar: el juez federal Lewis Kaplan de la corte del Distrito Sur de Nueva York. Chevron entabló una demanda civil bajo la ley RICO en contra de Donziger, aduciendo que sus acciones habían corrompido de tal manera la decisión de la corte ecuatoriana, que no debería ser ejecutable en los Estados Unidos. (Dado que Chevron no tiene activos en Ecuador, la sentencia tendría que ser ejecutada en países como los Estados Unidos en donde sí posee bienes).
Luego de un juicio que tomó seis semanas, Kaplan básicamente estuvo de acuerdo, redactando una sorprendente sentencia de 485 páginas en donde concluye que Donziger y su equipo habían “corrompido” el juicio. (Donziger describió a la decisión de Kaplan como “totalmente errónea”). En algún momento Donziger pensó que su caso en contra de Chevron mostraría a los abogados que tienen interés por el bienestar público, cómo se pueden llevar grandes y complejas causas extranjeras entabladas en contra de corporaciones multinacionales. En su lugar, es más probable que esto muestre a las corporaciones que hay más mérito en contraatacar que en dirimir.
Lo más grave es que luego de estos 20 años, los ecuatorianos que viven en las áreas afectadas aún no han recibido ninguna ayuda. Un abogado con una visión más realista del caso podría haber podido alcanzar un acuerdo razonable en un inicio. Un abogado que hubiese actuado conforme a las reglas de juego, hasta podría haber logrado una sentencia que ahora sería ejecutable en una corte en los Estados Unidos. “Donziger perjudicó sus clientes y su causa” con la manera en que se condujo durante el juicio, afirma ahora Cassel.
Cuando hablé con Donziger el lunes, aceptó que podía haber cometido algunos errores, pero nada es más condenable que las “horrendas acciones de Chevron en Ecuador”. Me dijo que estaba orgulloso de su proceder y que aún respalda el informe pericial redactado de manera clandestina por otros.
“Ya soy un chico grande” dijo Donziger, “puedo hacerme responsable por lo que hice y lo que dejé de hacer”. Sin embargo, ese es el problema; no lo puede hacer y no lo ha hecho.
Esta es una traducción no oficial realizada por Chevron, el artículo original en inglés puede ser visto aquí.
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