Infobae 14/10/2019
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Rafael Correa reconoció -en una entrevista al diario El Mundo- que trabaja para la dictadura de Nicolás Maduro. Hace “consultoría”, dijo, cualquiera sea el alcance conceptual de ese oficio tan abarcativo. Es, quizás, una forma elegante de admitir una ayuda económica. El ex presidente ecuatoriano no puede regresar a su país como consecuencia de las 29 causas por corrupción que se le iniciaron una vez que abandonó el poder.
Quien ocupara el Palacio de Carondelet durante más de diez años fue denunciado por poner en marcha una campaña feroz contra su sucesor Lenín Moreno. Ocurrió luego de visitar durante una semana a sus antiguos aliados y actuales empleadores. Permaneció en Venezuela ese tiempo, coincidente con el lanzamiento de un paquete de medidas antipopulares por parte del actual mandatario de Ecuador. ¿Cómo dejar pasar esa oportunidad?
Ambos adversarios fueron rápidos en sus movimientos: el primero en unirse -a la distancia- a las protestas por el antipático rosario de resoluciones económicas con que Moreno martirizó el ajustado bolsillo de los ecuatorianos. El segundo para advertir públicamente que su ex aliado jugaba esta partida asesorado por Caracas. Correa no reniega de sus simpatías con el chavismo, aunque jura que no está alentado ni financiado por el desvencijado estado. A su rival lo apoyan organismos internacionales, países pertenecientes al Grupo de Lima y los Estados Unidos.
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