Miami Herald 02/09/2014
Cuando una encuesta de Gallup en los últimos meses mostró que el 80 por ciento de los estadounidenses tienen poca fe en los medios de comunicación, se produjo una gran consternación en las salas de redacción. Podría decir que algo de esta consternación vino de mí. Estamos acostumbrados a que los charlatanes, bribones y pillos sobre quienes escribimos nos llamen mentirosos Sin embargo, es muy frustrante escuchar que los lectores tampoco confían en nosotros.
No obstante, mientras leo algunas de las pruebas presentadas ante la Corte Federal de Estados Unidos en un caso conocido como Chevron Corp. vs. Donziger, comencé a pensar que los escépticos lectores pueden tener aún más razón de lo que piensan. El caso, de manera más bien involuntaria, ha puesto al descubierto algunos secretos muy inquietantes sobre la forma en que el ‘cocido’ periodístico se guisa en los grandes órganos de prensa de las clases parlanchinas.
A primera vista, Chevron Corp. vs. Donziger tiene poco que ver con el negocio de las noticias. Steven Donziger es un compañero del presidente Obama de la facultad de derecho, que hace nueve años presentó una demanda por $27 mil millones contra Chevron ante una corte ecuatoriana, responsabilizando a la compañía por la contaminación dejada en sitios de perforación petrolera.
En 2011 Donziger ganó el juicio contra la petrolera en Ecuador y obtuvo una sentencia por $19 mil millones (que después fue reducida a la mitad por un tribunal de apelación). Sin embargo, en realidad hubo algo más que un poco de fechorías obvias durante el proceso (entre otras, una cámara de vídeo oculta filmó a un juez ecuatoriano diciendo que él ya había decidido el caso, a pesar de que aún se estaban presentado pruebas).
A su vez, Chevron presentó una demanda contra Donziger en Nueva York para evitar, a través de un proceso judicial, que los tribunales estadounidenses hicieran cumplir la sentencia ecuatoriana. A medida que aumentaba la evidencia de las travesuras legales de los abogados de los demandantes en Ecuador, el juez obligó a que literalmente se entregaran miles de sus correos electrónicos. Justamente fue allí cuando el lado sórdido del periodismo se mostró.
Cuatro años después de haber presentado la demanda, Donziger se anotó un importante golpe de relaciones públicas, cuando convenció a la revista Vanity Fair de contar la larga historia sobre el caso (como una muy curiosa coincidencia, la esposa de Donziger trabajaba en ese momento en el departamento de comunicaciones corporativas de Condé Nast, editora de la revista).
Vanity Fair asignó la historia a uno de sus mejores escritores, el premiado periodista William Langewiesche. La pieza que produjo fue extraordinariamente favorable a los demandantes, tanto que el mismo Donziger proclamó "el cambio de paradigma que causará este impactante artículo, considero que logrará cambiar todo el caso a partir de ahora hasta que finalice, de una manera muy favorable para nosotros".
No resulta nada extraño entonces que los correos electrónicos intercambiados a principios de 2007 entre Donziger y Langewiesche, mientras se estaba preparando la historia, muestran a Langewiesche como un obediente soldado al mando de Donziger, en el mejor de los casos, y como títere en el peor.
El reportero pide a Donziger preparar una lista de preguntas que debía formular a Chevron. Además, le ruega que le ayude a preparar los argumentos sobre por qué no es realmente necesario que se hagan entrevistas cara a cara con los funcionarios de Chevron, como se lo han pedido, a pesar de haber dedicado varios días a reuniones con Donziger y su equipo legal.
"Quiero evitar una reunión simplemente porque NO tengo tiempo. Pero no quiero dejar constancia de que me he negado a asistir a una reunión", escribe Langewiesche. "Tal vez podría decir que mi programa de viaje es muy intenso". No sólo que el periodista envía a Donziger los correos electrónicos dirigidos a Chevron para su aprobación ("¿Qué digo, Steve? Tengo que responderles esta noche"), sino que incluso le permite rescribirlos. "Déjame saber si esto funciona", le dice Donziger en una nota devolviendo uno de sus correos. "Estaba un poco agresivo cuando lo edité".
Luego de leer un gran número de intercambios de correos como éste, no me sorprendí al descubrir que Langewiesche envió a Donziger una copia de la historia que escribió para Vanity Fair varias semanas antes de su publicación.
En nota dirigida a Donziger, Langewiesche sostiene que haber escrito el reportaje había sido para él "particularmente satisfactorio, en la medida en que apoya sus esfuerzos y a usted, personalmente”.
Si acaso tiene dudas, debo decir que Chevron no llegó a ver la historia antes de que fuera impresa y tampoco pudo entregar la lista de preguntas que quería que Langewiesche le hiciera a Donziger. Cabe anotar que Chevron no obtuvo las entrevistas cara a cara que solicitaba, excepto por una sola conversación telefónica justo antes de que apareciera publicada la historia. Langewiesche insistió en que toda su comunicación se mantuviera a través de correos electrónicos.
Como era de esperarse, la historia de Langewiesche incluyó algunos errores, el más grave fue la afirmación de que costaría 6 mil millones de dólares limpiar toda la contaminación alrededor de los sitios de perforación petrolera en la Amazonía.
Este estimativo fue originalmente presentado por uno de los expertos contratados por Donziger. Sin embargo, este experto había negado tal afirmación un año antes de que apareciera la historia en Vanity Fair y, en una carta, había advertido a Donziger que el cálculo se basaba en hipótesis erróneas y que era "una bomba de tiempo que le va a afectar a usted y de muy mala manera, si alguien trata de usarlo de manera oficiosa".
Este es el tipo de cosas que se podría haber leído en una historia imparcial sobre un juicio. Pero Langewiesche nunca tuvo la intención de escribir algo así. Esta no es mi opinión, fue la suya. "Tú y yo ahora estamos firmemente del mismo lado", le dijo Donziger en una de sus correos electrónicos. "Pero en realidad ya lo estábamos una hora después de haberte conocido”.
Nota: Envié un correo electrónico a Langewiesche preguntándole si esta es la forma en que él acostumbra abordar todas sus historias y si había alguna explicación para entender cómo su comportamiento podría constituir un periodismo justo que no lograba comprender. Nunca me respondió.
Esta es una traducción no oficial realizada por Chevron, el artículo original en inglés puede ser visto aquí.
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