The Economist 03/08/2015
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Los visitantes que llegan al nuevo aeropuerto de Quito son rápidamente llevados a la ciudad capital a 35 kilómetros de distancia, a través de una flamante autopista de seis carriles. Junto a nuevos hospitales, escuelas, proyectos de vivienda social y becas estudiantiles, el notablemente mejorado sistema de carreteras es el resultado del trabajo de la “Revolución Ciudadana” del Presidente Rafael Correa. Con su mezcla de modernización tecnocrática y populismo de izquierda, el Sr. Correa lidera un gobierno que hasta la fecha goza de popularidad y se mantiene fuerte y que ha durado ocho años en un país en el que ninguno de sus tres antecesores completaron sus mandatos.
Sin embargo, el dinero se le está acabando al Sr. Correa y la gente ha empezado a volverse en su contra. En junio, durante la más grande de muchas protestas, unas 350 mil personas salieron a las calles en el puerto de Guayaquil para protestar en contra de sus planes para imponer impuestos punitivos adicionales sobre las herencias y la plusvalía.
Las protestas se sumaron a la baja de los precios del petróleo y el fortalecimiento del dólar que el Ecuador ha utilizado como moneda desde el 2000, elementos que se han combinado para detener el crecimiento económico del país. La economía se contrajo en el primer trimestre de este año si se la compara con el trimestre anterior. Economistas independientes predicen un no crecimiento o hasta una leve contracción este año y el próximo.
El gobierno sostiene que está diversificando su economía para alejarse de la exportación de petróleo y banano. “Toma tiempo,” sostiene la ministra de Producción Nathalie Cely.
Resalta las inversiones en el sector de alimentos procesados y en turismo, así como en las plantas hidroeléctricas construidas por los chinos de pronta inauguración (lo que disminuirá la importación de combustibles). No obstante, cabe anotar que el motor de este crecimiento ha sido la inversión pública más que la privada. “Si uno acosa a las empresas con impuestos, esto causa una falta de confianza y una desaceleración de la economía y hace que las compañías dejen de invertir,” sostiene Jaime Nebot, alcalde de Guayaquil y organizador de la protesta de junio pasado.
El Sr. Correa utilizó tanto los ingresos petroleros como los préstamos chinos para levantar un gran estado, que según el FMI en 2013 demandó un gastó del 44% del PIB. Pero ahora el dolor de cabeza es cómo financiar semejantes condiciones. A pesar de dos rondas de recortes presupuestarios, este año aún existe un déficit de alrededor de $7.200 (o 7% del PIB), según el Observatorio Fiscal, una entidad que actúa como vigilante.
Aún cuando la deuda pública es todavía relativamente baja (30% del PIB) está aumentando rápidamente. El Ecuador no solo que no tiene su propia moneda sino que no tiene un prestamista de última instancia. Las fuentes externas de financiamiento se están agotando.
Este año el gobierno ha emitido $1.500 millones en bonos extranjeros, pero a una muy alta tasa de interés del 10.5%. La administración también ha introducido regulaciones que le permitirían emitir dinero electrónico y papeles del Banco Central. Esa es la situación que actualmente enfrenta Grecia, advierte el ex banquero Abelardo Pachano. La impresión de una cuasi-moneda acarrea para los bancos el riesgo de una corrida de sus ahorristas que pueden temer que sus depósitos no les sean devueltos en dólares; el Banco Central solo tiene reservas en divisas fuertes por $4.600 millones. El Sr. Correa, que aparentemente reconoce el riesgo existente, ha sido cauto en la implementación de estas medidas.
Podríamos entonces decir que el Ecuador enfrenta una difícil prueba política derivada de un ajuste fiscal. El Sr. Correa es aún relativamente popular y la oposición está dividida. Sin embargo, se debe anotar que ha perdido a las clases medias en las ciudades; está intentando cambiar la Constitución para abrir las puertas a su reelección indefinida, -sin necesidad de un referéndum-, lo que por supuesto avivará las protestas.
Existe un lado obscuro al más estilo Putin en este régimen. Ha dividido a los movimientos sociales de izquierda que fueron sus aliados originales. Ha acosado a los medios obligándolos a aplicar una autocensura. Muchos contratos públicos han sido adjudicados sin licitación alguna. Los opositores sostienen que la corrupción es rampante. Quienes hacen denuncias específicas son perseguidos por un nuevo servicio de inteligencia y cortes de justicia dóciles al gobierno. Por lo menos dos testigos de corrupción han fallecido de manera misteriosa.
Cléver Jiménez, un asambleísta de un partido de izquierda, fue sentenciado a 18 meses de cárcel por haber acusado al Sr. Correa de ser responsable por cinco muertes ocurridas durante el levantamiento policial del 2010. Martha Roldós, una política de centro izquierda que se distanció del Presidente, fue despojada de sus derechos políticos y denuncia que su hija en dos ocasiones ha sido amenazada por hombres armados. Guillermo Lasso, un ex banquero conservador a quien Correa venció en las elecciones presidenciales de 2013, denuncia que su teléfono ha sido intervenido.
Los opositores al gobierno dudan que Correa cederá el poder de manera voluntaria. “Aparentemente estamos viviendo en democracia, pero todos los poderes del estado están subordinados a una sola persona”, afirma el Sr. Jiménez. Según el Sr. Lasso, el Sr. Correa “solo puede verse a sí mismo como presidente, más no como ex presidente”.
El Sr. Correa se enfrenta a un dilema. Podría persistir en su propuesta de mantenerse en el poder por tiempo indefinido y enfrentar el riesgo de ser echado fuera por el pueblo, como sucedió con sus antecesores. O podría tragarse su orgullo, estabilizar la economía y abandonar su propuesta de reelección. Si es así podría pasar a la historia como uno de los más exitosos presidentes del Ecuador.
Esta es una traducción no oficial realizada por Chevron. El artículo original puede ser visto aquí.
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