Los Involucrados

Steven Donziger y el complot contra Chevron

Las tomas descartadas tuvieron un final más feliz que la película.

National Review - Jack Fowler 15/10/2019

Foto: National Review

Foto: National Review

Este no fue el heroico final que Steven Donziger había imaginado, deseado y merecido. El abogado ambientalista educado en Harvard y activista de izquierda – el tormento de grandes petroleras, instigador de izquierda – fue, después de todo, el autor intelectual moral detrás de una de las sentencias más asombrosas de la historia. Iba a asestar un golpe por la madre tierra, aplastar a los contaminadores malvados, hacerlos pagar – mucho-, y luego recibir reverencias.

Ellos hacen películas sobre tipos como Steven Donziger, ¿no?

Lo hacen. Y lo hicieron.

En retrospectiva, probablemente desearían no haberlo hecho, porque lo que los cineastas descartaron en la sala de edición no terminó en un cubo de basura, sino que se convirtió en evidencia en una corte federal. Y Steven Donziger no terminó como un héroe de izquierda que puso de rodillas a un gigante corporativo, sino como un abogado en quiebra, con su licencia suspendida, un grilleteelectrónico en el tobillo, su pasaporte confiscado, su reputación transformada en la de un campeón estafador en los anales de la jurisprudencia estadounidense. Una vez lo atrajeron los Oscars. Ahora lo hace la cárcel.

Primero un poco de contexto: Ya sea en una película o en un libro o incluso en un juicio federal basado en la ley RICO, los escenarios principales de esta historia son una corte de Nueva York y una región de Ecuador que los activistas ambientales llaman “el Chernóbil de la selva tropical”.

En el noreste de Ecuador, donde la selva amazónica se extiende hacia el mar, Texaco, la icónica compañía estadounidense conocida por el confiable hombre que llevaba una estrella, tenía la corazonada de que pisaba petróleo. La exploración comenzó en 1964, y la corazonada resultó ser acertada: se encontró petróleo en 1967. La construcción de un oleoducto, caminos y demás infraestructura tomó algunos años, pero en 1972, iniciaron las perforaciones y el bombeo. Y había mucho para bombear: Para cuando su concesión venció en 1992, Texaco había tomado más de mil millones de galones de crudo del campo petrolero de Lago Agrio. El proyecto enriqueció a la empresa y a la élite del país: A finales de la década de 1970, el gobierno era el accionista mayoritario de la operación, y a principios de la década de 1990, Petroecuador —que continúa perforando y derramando en un estilo lo suficientemente bueno para los estándares de trabajo gubernamentales — era el único propietario.

Cuando terminó su contrato de arrendamiento, Texaco comenzó el proceso para limpiar su parte de los sitios de perforación y  las piscinas donde se habían acumulado lodo y otros materiales de desecho extraídos durante el proceso de perforación sucia. Con la supervisión y aprobación del gobierno, se cumplieron y certificaron las obligaciones de remediación de Texaco. La compañía recibió su liberación.

Fue entonces cuando comenzó una batalla legal histórica, que ya lleva 27 años. En 1991, la activista ambiental Judith Kimerling escribió Crudo amazónico, un libro influyente que condenaba el impacto de la exploración petrolera en la selva tropical. El libro inspiró al abogado neoyorquino Cristóbal Bonifaz a hacer lo que los abogados hacen: presentó una demanda colectiva federal en Nueva York en nombre de los nativos ecuatorianos, reclamando daños por la supuesta falta de remediación de Texaco.

En esta causa sumó al amigo Steven Donziger. Donziger era un tipo grande en todo sentido, equiparando el alcance del asunto con la grandeza de su propia persona y la desfachatez de su mentalidad jurídica.

El hombre que ahora batallaba contra Texaco (y, eventualmente, contra Chevron, que compró a su antiguo competidor en 2002) era un mojigato izquierdista de manual. En sus años de activismo mientras asistía a la Facultad de Derecho de Harvard, Steven Donziger proyectó una personalidad radicalmente atractiva y compiló una hoja de vida de izquierda en el tratamiento de problemas sociales. Antiguo alumno de la American University, trabajó como periodista en Centroamérica antes de dirigirse a Harvard, donde su onda de izquierda cuadró con la de su compañero de clase Barack Obama. Al graduarse se desempeñó como defensor público en el Distrito de Columbia, fundó la iniciativa Project Due Process para abogar por los detenidos durante el éxodo del Mariel, fue director de la Comisión Nacional de Justicia Penal y escribió en grandes cantidades sobre justicia penal y asuntos ambientales. Era un profesional de izquierda con un anhelo de ser el centro de atención.

El juicio de Texaco/Chevron le dio pie. Era una oportunidad para sus talentos y creencias, y su sentido de que el don de gente importaba. El caso, tal como Donziger lo imaginaba, se batallaría tanto en el entorno público como en las cortes.

Después de que las cortes dictaminaran que los ecuatorianos no tenían derecho a la acción colectiva en Estados Unidos, Donziger se dirigió a las cortes ecuatorianas, donde se presentó un nuevo juicio. Para reforzar el esfuerzo legal, se llevó a cabo una campaña de relaciones públicas concertada para presentar a Chevron como un codicioso contaminador corporativo cuyas ganancias se obtuvieron a costa del cáncer y otras enfermedades que afligen a los pobres e impotentes de la región. ¿Se trató de un cálculo para hacer tambalear al gigante petrolero? Si lo fue, no funcionó. Pero el plan de Donziger de generar publicidad sí lo hizo. Las celebridades se sumaron en masa a las campañas de hashtag y viajaron a la selva tropical para ser fotografiadas, mostrándose indignadas por la suciedad y la mugre petrolera. Los músicos Sting y Roger Waters (de Pink Floyd) y los actores Danny Glover, Mia Farrow, Cher y Daryl Hannah abrazaron lo que se estaba convirtiendo en una causa. Vanity Fair publicó un ensayo masivo en 2007 sobre el juicio.

A eso le siguió un gran triunfo para Donziger: En mayo de 2009, 60 Minutes transmitió el segmentode Scott Pelley “Amazon Crude”. Éxitos aún mayores llegaron en septiembre: El aclamado cineasta Joe Berlinger (Making a MurdererMetallica: Some Kind of Monster, y muchos otros) lanzó su documental Crude. Esta película sobre el juicio alcanzó el circuito de festivales y acumuló numerosos premios, mientras que los críticos de cine de los principales medios de prensa —Los Angeles TimesBoston GlobePhiladelphia InquirerWashington Post y docenas más— creaban profusos artículos. El New York Times en su crítica indicó:

Como casi todos los documentales recientes sobre un tema con carga política, “Crude” no pretende ser neutral. Sin embargo, si bien Berlinger claramente se inclinaba a favor de la extraña pareja de abogados —Steven Donziger, un estadounidense corpulento y extrovertido, y Pablo Fajardo, un ecuatoriano delgado y tímido— que están consumidos por el juicio contra Chevron que ya lleva 16 años, fue lo suficientemente justo como para incluir las refutaciones de los ejecutivos de la compañía y de los científicos ambientales internos.

Lo que Berlinger no incluyó en el documental es lo que generó la transformación.

El proyecto Crude fue un gran compromiso para Berlinger, que filmó cientos de horas de material en un período de tres años. Justo antes de su lanzamiento, Paul Dans, un abogado contratado para hacer trabajos por contrato para Chevron, tomó el tráiler de dos minutos de Crude y se sintió obligado a verlo repetidamente. Algo que Donziger dijo en el video, refiriéndose a una táctica legal —“Esto es algo que nunca harías en Estados Unidos”— hizo pensar a Dans que Donziger “podría haber revisado su ética en JFK”.

Como relató el autor Michael Goldhaber en Crude Awakening: Chevron in Ecuador, Dans regresó a Estados Unidos desde Europa el día del estreno de Crude, decidido a verlo. Lo que vio le preocupó:

Dans se centró en una escena inocente donde Donziger dejó que su perro jugueteara en Riverside Park. Dans conocía bien el lugar; vivía a dos cuadras de Donziger y pasaba por la mismo banca del parque cuando trotaba todas las noches. Lo que impresionó a Dans fue que el perro estaba sin correa en un parque donde las leyes que lo prohíben se cumplían estrictamente. Este es un tipo que no cumple las reglas, pensó.

 

De vuelta en su oficina, Dans notó que el director, Joe Berlinger, se jactaba en sus notas de producción de haber filmado 600 horas de material que quedó sin editar. Si Donziger fue tan indiscreto en la versión final, se preguntó, ¿qué podría hacer en las tomas descartadas? 

Por falta de una correa... Este es un lugar tan bueno como cualquier otro para ubicar el comienzo del declive del coloso emergente del movimiento ambientalista. Pero Donziger y sus clientes todavía tenían algunos días buenos por delante: En febrero de 2011, el juez ecuatoriano falló en contra de Chevron. La asombrosa suma otorgada en la sentencia fue de 18.000 millones de dólares.

Chevron no tenía intención de pagarla, ni de llegar a un acuerdo. En cambio, estaba decidido a luchar, poniendo un poco de sal donde se merecía, y a ganar. Lo haría, demostrando lo siguiente en el camino:

  • El experto independiente de la corte ecuatoriana que evaluó los daños, Richard Cabrera, presentó un informe que, de hecho, había sido escrito por los consultores ambientales estadounidenses contratados por Donziger (uno de los cuales tuvo un papel importante en el episodio de 60 Minutes).
  • Los ingenieros de limpieza declararon que Donziger había mentido sobre la contaminación de los pozos y que los abogados de los demandantes habían presentado informes a las cortes ecuatorianas que falsificaban evidencia y firmas.
  • En la presentación de la demanda inicial, casi la mitad de los nombres de los demandantes eran falsos, y la demandante principal, María Aguinda, sostuvo que había firmado un documento en el que creía que estaba recibiendo medicamentos gratuitos, no formando parte de una demanda.
  • El científico contratado por los demandantes para evaluar las perforaciones de Texaco admitió en una declaración jurada que no había evidencia que relacionara ningún problema de salud con las operaciones de Texaco, que la evidencia ambiental no apoyaba el reclamo de los demandantes y que Donziger estaba mintiendo.

La compañía presentó una demanda civil en la corte federal de Nueva York en 2011, alegando que el veredicto de la corte ecuatoriana fue el resultado de un esquema fraudulento perpetrado por Donziger, sus consultores pagados y los jueces ecuatorianos. El juez Lewis Kaplan, nombrado por Clinton y que había supervisado varios casos de extorsión de la mafia, presidió uno de los procedimientos más dramáticos de los últimos tiempos, ya que una serie de testigos y consultores —pero nunca Donziger— admitieron que habían mentido, aceptado sobornos, cometido extorsión, utilizado sus nombres en documentos falsificados y mucho más.

Dans había descubierto algo sobre las tomas descartadas de Crude. En las 500 horas de cinta descartadas en la edición, que el juez ordenó al cineasta entregar a la defensa, se encontraron las declaraciones auto incriminatorias de Donziger que demostraban que el caso había sido manipulado, que los jueces y expertos habían sido sobornados, y que la representación legal era una operación delictiva. Entre las escenasgrabadas del célebre abogado:

“Los hechos no existen. Los hechos se crean”.

“Tenemos que contar con hechos que nos ayuden, y los hechos que necesitamos no siempre existen... Y si no existen de manera obvia, tienes que averiguar cómo crearlos”.

“El único lenguaje que este juez va a entender, creo, es el de la presión, la intimidación y la humillación”.

“Hemos llegado a la conclusión de que debemos hacer más, políticamente, para controlar a la corte, para presionar a la corte. Creemos que toman decisiones en función de a quién temen más, no de lo que las leyes deben dictar”.

Las declaraciones sobre la fabricación de pruebas se complementaron con la investigación, ya que los abogados de Chevron descubrieron abundantes pruebas que condenaban a Donziger y a su equipo. El juicio de 20 días incluyó decenas de testigos, contrainterrogatorios agudos y una cantidad asombrosa de pruebas. En marzo de 2014, el juez Kaplan emitió un veredicto de 485 páginas que no tomó prisioneros. Justificó a Chevron mientras acusaba a Donziger de haber planeado una operación de extorsión.

Y aquí es donde el caso dejó de ser sobre Chevron y comenzó a ser sobre un juez que había visto pruebas de un crimen y declaró que la Ley contra Organizaciones Corruptas e Influenciadas por el Crimen Organizado (RICO) era tan apropiada para Steven Donziger como lo era para el capo local de la mafia.

¿Alguien estaba escuchando? No sucedió nada. No al principio, al menos. Donziger debería haber estado en una sala de interrogatorios, pero en lugar de eso se globalizó, instando a los gobiernos extranjeros (Canadá, Brasil, Argentina) a que le permitieran desplumar a las subsidiarias locales de Chevron. Durante seis años, la oficina del fiscal general del Distrito Sur de Nueva York había ignorado o rechazado los ruegos de Kaplan para que investigara y enjuiciara al hombre que, según un editorial del Wall Street Journal, había perpetrado el “fraude legal del siglo”.

Tal vez la furia real del infierno es similar a la de un juez federal menospreciado. Después de su fallo de 2014, Kaplan había ordenado a Donziger que entregara a Chevron su computadora, teléfono, laptop y otros dispositivos. Él se negó. Lo mismo ocurrió con la orden de Kaplan para que Donziger entregara su pasaporte. Esas decisiones demostraron ser... desdeñosas. El 31 de julio de este año, Kaplan emitió una “orden de designación” en el caso United States of America v. Donziger. Pidió al demandado “que demostrara las razones por las que no debía ser detenido por desacato a la corte” y luego recurrió a la raramente utilizada (y, para muchos, poco conocida) Regla 42 de las Reglas Federales de Procedimiento Penal, que faculta a un juez para nombrar a un abogado privado a fin de que lleve a juicio una causa si el gobierno se niega a hacerlo. Lo cual hizo (¡toma eso, Distrito Sur!).

El mismo día, Kaplan emitió una segunda orden de desacato penal, detallando cinco cargos de desobediencia voluntaria de Donziger a órdenes anteriores, y asignando el caso a la jueza Loretta Preska. Donziger esperará el juicio —y el procedimiento de suspensión— en su apartamento de Nueva York. Mientras esté allí, quien una vez fuera el héroe podrá mantenerse ocupado contemplando la orden del 14 de julio de Kaplan en la que establece que se debe pagar a Chevron 3,433,384.30 dólares en concepto de honorarios de abogados.

Hay muchas lecciones que aprender del ascenso y la caída de Donziger y de su merecido castigo, algo que rara vez se ve hoy en día. Para cambiar la vieja broma, una enseñanza es que RICO no es solo para tipos llamados Rico. A veces es para los que se llaman Steven. La otra lección es que hay que deshacerse de las tomas descartadas, aunque a veces pueden ser más entretenidas que la película real.

Esta es una traducción no oficial realizada por Chevron. El artículo original en inglés puede ser visto aquí

Fuente Original

Compartir: