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El cofán usa sus saberes para cuidar del bosque

11/12/2014 El Comercio - Andrea Medina

Isidro Lucitante combina su cuzma, un traje azul típico de los pueblos cofanes, con botas de caucho, un pañuelo y un pantalón de tela. Todo lo necesita para realizar sus actividades diarias como caminar por el bosque, desplazarse en canoa y para pescar en el río.

Isidro Lucitante, presidente de la comunidad Avié, vive a orillas del Bermejo. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO Isidro Lucitante, presidente de la comunidad Avié, vive a orillas del Bermejo. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO

Isidro Lucitante, presidente de la comunidad Avié, vive a orillas del Bermejo. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO

Isidro Lucitante combina su cuzma, un traje azul típico de los pueblos cofanes, con botas de caucho, un pañuelo y un pantalón de tela. Todo lo necesita para realizar sus actividades diarias como caminar por el bosque, desplazarse en canoa y para pescar en el río.

A más de ser el presidente de una comunidad cofán, Lucitante es uno de los guardianes de la riqueza casi inexplorada de la Reserva Cofán Bermejo, ubicada en la provincia de Sucumbíos, en plena frontera con Colombia. Él está al mando de la comunidad Avié, una de las cuatro que existen en el interior y en la zona de amortiguamiento de una de las más recientes áreas protegidas, declaradas como tal por el Ministerio del Ambiente (MAE).

En las cercanías de esta comunidad también están la de Chandia Na’én, integrada por 40 personas de todas las edades; la Soquie, constituida por tres cofanes de más de 60 años; y la comunidad Alto Bermejo, ubicada a cuatro horas a pie de las orillas del río Bermejo, en el cantón Cascales.

El valor que le da a cada planta, animal y rincón de este lugar es el baluarte que motiva a Lucitante a ser una voz de alerta ante posibles peligros que puedan afectar a la Reserva. Su escaso contacto con colonos es también valorado por los pocos habitantes cofanes que aún conservan sus modos de vida ancestrales, y que temen verse perdidos por la cercanía con los pueblos mestizos.

“Los cofanes han disminuido por la llegada de los colonos, que han traído las enfermedades”, dice Lucitante. En esta misma zona, denominada ahora La Barranca Bermeja, recuerda, habitaba un grupo de cerca de 15 000 cofanes, hace más de 300 años.

Ellos, asegura, murieron en una matanza propiciada por colonias de españoles.
En su vivienda, levantada con tablas de madera en la bocana del río Bermejo, viven sus hijos, -quienes trabajan como guardaparques de la Reserva- siete niños, mujeres y mascotas.

Uno de los hijos de Lucitante, César, es quien más contacto tiene con los colonos. “Antes de que se creara la Reserva, nosotros ya conservábamos el bosque, e incluso antes no sabían que aquí vivimos los pueblos cofanes”.

César se comunica entre sus familiares en idioma cofán, pero también utiliza el castellano, sobre todo para guiar a las visitas que escasamente acuden a la Reserva. Hace algunos años, él formó parte de un programa impulsado por la Fundación para la Sobrevivencia del Pueblo Cofán, que buscó convertirlos en protectores de este hábitat. “Hemos venido conociendo qué es conservación y nos explicaban el porqué la montaña es nuestra vida”.

“Los cofanes han disminuido por la llegada de los colonos, que han traído las enfermedades”, dice Lucitante

La presencia de colonos que buscan extraer madera de especies como el ceibo, que abundan en esta selva, es uno de los mayores peligros del bosque. En un recorrido por el río Bermejo se puede observar troncos talados o espacios vacíos entre las hojas. La minería, por la presencia de oro en Cofán Bermejo, es también otro de los enemigos.

Luz Magola, de 31 años también vive en la comunidad Avié. Ella les habla a sus hijos en español, pero también mezcla unas palabras en cofán. Este idioma ancestral, asegura, se pierde sobre todo en los más pequeños, que van a la escuela -en canoa- y en donde aprenden a hablar en castellano. “Algunos jóvenes ya no quieren comunicarse en cofán, como que les da recelo de hablar. Los niños hablan más castellano”.

Este contacto cercano con la Barranca Bermeja no es una ventaja, según Isidro Lucitante.

“Para mí no es aprovechar, es un sacrificio. Es como perder nuestra cultura. Nuestros niños ya no crecen como cofanes, sino como niños mestizos”.

A más de la educación, ellos van al poblado cada mes para adquirir algunos víveres, como arroz, sal y azúcar, que se complementan con lo que obtienen del bosque y del río. Lo que más consumen en alimentos es la yuca, el maíz y el verde. Este último lo utilizan para hacer la arrayana, un caldo preparado con cuajado de verde. También, elaboran la chucula, una chicha de plátano maduro que la consumen todos los días.

Pero pese a que los jóvenes de a poco se alejan de su cultura, todos aprenden sobre el valor de la selva y de su cuidado.

Álex Lucitante, otro de los hijos de Isidro y actual guía del MAE en la Reserva, conoce bien la riqueza de sus alrededores. “De esto depende nuestra vida y la de todos los ecuatorianos.

Aquí tenemos aire puro y el agua que nos da la vida”.

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