Caso Chevron

Cómo fue boicoteada mi reseña de El Premio de los $18 mil millones

La reseña de la nueva obra de Phelim McAleer sobre el caso Chevron fue aparentemente demasiado peligrosa para el consumo público.

National Review - Daniel J. Kennard 13/06/2018

Foto: National Review

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No sabía casi nada sobre el dramaturgo Phelim McAleer, o su nueva obra El premio de los $18 mil millones, antes de hacer la reseña para el sitio del Teatro del Área de la Bahía, Theatrius.com. Definitivamente no esperaba que al realizar la reseña de esta obra pudiera perder mi trabajo. Sin embargo hubo advertencias; el Círculo de Críticos de San Francisco envió un correo electrónico, advirtiendo que la obra de McAleer podría ser peligrosamente tendenciosa contra el movimiento ambiental, entre otros pecados.

El Premio de los $18 mil millones de McAller, escrito en colaboración con Jonathan Leaf, relata aspectos del famoso caso Ecuador vs. Chevron. Presento algunos breves antecedentes en orden. En 1972, Texaco Petroleum comenzó la perforación en busca de petróleo en Ecuador. Posteriormente, Texaco transfirió la administración a la empresa estatal Petroecuador, finalizando sus operaciones en el país en 1993. Antes de salir, Texaco gastó 40 millones de dólares en un programa de remediación para sustituir el suelo contaminado y replantar las tierras despejadas, y las auditorías llegaron a la conclusión de que ese trabajo se realizó de manera responsable. Todo esto fue supervisado y aprobado por el gobierno ecuatoriano. Sin embargo, veinte años más tarde, Ecuador cambió de táctica y entabló una demanda contra Chevron (que se había fusionado con Texaco) de miles de millones de dólares por daños ambientales y sociales.

El abogado de Nueva York, Steven Donziger, representó a Ecuador, demandando a Chevron en cualquier corte que aceptara escuchar el caso. Las cortes ecuatorianas fallaron en contra de la compañía, otorgando una indemnización de $18mil millones en daños, pero la @@sentencia@@ se demostró ser inejecutable. Después de años de este caso global, salieron a la luz las propias presuntas fechorías de Steven Donziger, y fue demandado por Chevron con base en la ley RICO por conspirar para influir en los litigios de Ecuador. Este juicio de seis semanas de Chevron vs. Donziger, es el centro de la obra de McAleer. Usando transcripciones de la corte, la obra revela la magnitud de la corrupción de Steven Donziger, incluyendo fraude, falsificación de pruebas y soborno de un juez ecuatoriano.

La obra me pareció entretenida y refrescante, y yo estaba entusiasmado por conocer al reparto y al equipo en la recepción. Fue allí que conocí por primera vez a Phelim McAleer. Yo lo felicité y le dije que estaba realizando una reseña de la obra para Theatrius y que había recibido un correo que me advertía del contenido de su obra. McAleer no se sorprendió y me dijo que el grupo que había redactado el correo electrónico era la ONG ambientalista Amazon Watch (cuyos miembros habían asistido a la presentación de la noche anterior para perturbarla). Deseoso de tratar a la obra de una manera justa, que yo sospechaba no podría conseguir en otro lugar, le dije al dramaturgo que sacaría la reseña tan pronto como pudiera. Y en ese momento no sabía en lo que me metía.

Mi editor, Barry Horwitz, un profesor retirado de 79 años de la Universidad de California en Berkeley y fundador de Theatrius, primero había sido descrito a mí por un amigo mutuo como alguien "de pura cepa de Berkeley". Barry habla rápido: Dentro de los primeros 20 minutos de mi reunión con él (supe que eludía el proyecto huyendo a París), me enteré de sus marchas con Mario Savio en Berkeley en el "Movimiento en pro de la libertad de expresión", y de que Reagan arruinó todo. Así que no puedo decir que me sorprendí demasiado al saber que a Horowitz le pareció problemática mi reseña positiva de una obra en la que Chevron era retratada como víctima.

Durante varios días, intercambié correos electrónicos con Horwitz, intentando llegar a un acuerdo en el proyecto de mi reseña. Sus correos electrónicos eran angustiados y prolongados. Le preocupaba el hecho de que yo no había sido lo suficientemente crítico del uso selectivo de McAleer de las transcripciones literales del caso judicial. Algunas de sus preocupaciones eran francamente conspirativas — sospechaba que la obra había sido patrocinada en secreto por corporaciones, a pesar de su transparente sistema de crowdfunding (hasta ahora, la obra ni siquiera ha alcanzado la mitad de su meta de recaudación de fondos mediante el crowdfunding).

En mi última conversación con Horwitz, sonaba angustiado. Estaba dividido entre la defensa de los principios editoriales de Theatrius y marginar una obra que a él realmente le parecía que “contribuía a causas malignas”. Me dijo que esto era lo más difícil que había tenido que tratar en Theatrius e incluso le hacía perder el sueño. Le dije que se relajara (él estaba de vacaciones en París) y que estaba seguro de que podríamos llegar a un acuerdo. Colgué el teléfono y salí para reunirme con Phelim McAleer.

Esta vez, me reuní con McAleer en un moderno hotel en el centro de San Francisco. Había entrado en contacto con él a través de su publicista, pocos días antes, refiriendo mis problemas editoriales y esperando que alguien me comprendiera. McAleer se decepcionó al escuchar mis problemas con la reseña, los cuales, dijo, eran parte de un tema más amplio. Según él, la "clase dirigente de los teatros" en San Francisco ha boicoteado su proyecto, y todo, desde contratar personal hasta el alquiler de un lugar, había sido casi imposible. Incluso su protagonista original renuncióó a la obra en señal de protesta por e mensaje político de la obra. (En la obra anterior de McAleer, Ferguson, nueve de sus 12 actores renunciaron por razones similares).

Theatrius envió otro crítico a la obra — para obtener una perspectiva justa, que aparentemente yo no había tenido.

Al terminar nuestro almuerzo, McAleer me pidió que hiciera lo que pudiera para que se publicara la reseña. Esa noche, hice algunas de las modificaciones más benignas que Horwitz me sugirió y posteriormente presenté mi texto final. Les hice saber explícitamente que no podría continuar escribiendo para Theatrius si la revisión no se publicaba. Incluso sugerí que Horowitz colocara un descargo de responsabilidad arriba de mi reseña: "Esta revisión no reflejan las opiniones de Theatrius".

Dos días más tarde, McAleer me reenvió un correo electrónico que fue enviado a su publicista de Theatrius. Sin yo saberlo, Theatrius envió otro crítico a la obra — para obtener una perspectiva justa, que aparentemente yo no había tenido.

Theatrius dijo que no podía publicar mi reseña porque "sería peligroso" promocionar una obra con esa agenda (la palabra "peligroso" fue usada tres veces). La audiencia, según Theatrius, parecía "ya persuadida políticamente" o podría ser incluso gente que envió Chevron.

Algunos pueden decir que el boicot de mi reseña es una cosa pequeña que puede ser ignorada. No lo es. Y no debería ser así. Así es cómo se va erosionando la libertad de expresión: no por el gobierno, sino a través de la parcialidad institucionalizada. El Premio de los $18 mil millones no es una obra abiertamente política – la corrupción es apartidista –  pero los antagonistas y protagonistas tienen los nombres incorrectos, las etiquetas equivocadas. Yo no salí para litigar o defender los hechos tal y como se presentan en la obra de McAleer. Y sin embargo, me parece que la producción es estimulante, invita a la reflexión, es entretenida e . . . inofensiva. ¿Qué tan frágiles debemos ser para tener miedo al arte como este?

Si se hubiera publicado, mi reseña habría terminado así:

Esta no es una obra que está contra el movimiento ambiental, ni contra los valores progresistas. Este es una obra que nos recuerda que la integridad importa mucho, un recordatorio importante y oportuno en la era de #RESISTIR. "Por cualquier medio que sea necesario" –  un eslogan muy popular de la #Resistencia –  es una estrategia que corrompe fatalmente cualquier causa, sin importar cuan justa sea, y deriva de la misma filosofía subyacente de la escalofriante declaración de Donziger: “Los hechos no existen, los hechos se crean”.

Daniel J. Kennard — Daniel J. Kennard es un estudiante de la Universidad de California en Berkeley que estudia pedagogía.

Esta es una traducción no oficial realizada por Chevron. El artículo original en inglés puede ser visto aquí

Fuente Original